miércoles, 15 de abril de 2015

Bob’s Burgers


Bob's Burgers es lo mejor que le ha ocurrido a las series de animación en mucho tiempo. Me sorprende lo poco conocida que es y las críticas tan flojas que tiene en su país, pero mientras tenga una audencia fiel y su continuidad en la Fox asegurada, lo demás me da igual. De momento se la he recomendado a unos cuantos amigos y a todos les ha entusiasmado, así que prefiero quedarme con eso.



Hace tiempo que Los Simpsons dejaron de ser lo que fueron, coincidiendo su agotamiento con la sucesión de Carlos Revilla en el doblaje (aunque respeto mucho a Carlos Ysbert, el  actual Homer Simpson y ni más ni menos que la voz de John Goodman o Tony Soprano, así que mi respeto infinito solo por eso). En Bob’s Burgers el doblaje es una gran baza a favor. De hecho esperé bastante tiempo a que doblaran la última temporada para verla, sin ser yo anti-subtítulos ni nada por el estilo. Y eso que en su versión original las voces también son magníficas, e incluso intervienen voces ilustres como las de Kevin Kline o Sarah Silverman, aunque en papeles secundarios. Hace bastante tiempo que Seth MacFarlane y sus sucedáneaos (a cúal, peor, aunque reconozco que no he tenido nada de paciencia con ellos) apestan a chiste sobado, y cayendo en la provocación facilona con el agravante de creerse el adalid del humor políticamente incorrecto. Pues mire, para eso prefiero mil veces antes South Park, que ha sabido envejecer con muchísima más gracia. Otros buenos ejemplos a seguir en ese sentido podrían ser esa pequeña joya que es Rick and Morty, o incluso Archer (a la que se le hace un guiño en la cuarta temporada de Bob’s), aunque mantengo ciertas reservas porque en la segunda temporada me cansé, pero aún así lo prefiero a Padre de Familia, Cleveland Show o American “sosaina” Dad. No me extraña que les haya dado por cruzar en un episodio a los Griffin con los Simpsons (crossover lo llaman), para mí no deja de ser otro síntoma de sequía creativa.
La Hamburguesería de Bob nada entre el humor políticamente incorrecto (no es para niños) y lo absurdo, sin renegar de un toque bonito y entrañable de vez en cuando. Por allí van desfilando hippies trasnochados, escaparatistas grillados que se enamoran de maniquíes, vacas con peluca, ídolos adolescentes abofeteables, maestros de capoeira que son auténticos Casanovas, inspectores de Sanidad deleznables, clubes de prostitutas travestis…  Al lado hay una funeraria, con un simpático y a ratos inquietante Mort como encargado. Enfrente, una pizzería regentada por la némesis de Bob, que también dará lugar a una especie de Romeo y Julieta entre Tina (su hija) y Jimmy Pesto Jr (adivina de quién es hijo).
La familia de Bob es muy normal a su manera. Su mujer, Linda Belcher, es capaz de hacerte una canción absurda de cualquier cosa. Y cuando digo cualquier cosa me refiero a quién sabe qué demonios tiene esa mujer en la cabeza. Por ejemplo, la canción que solía cantarle a una de sus hijas cuando les hacía trenzas en el pelo “Aquí viene el pelo, allá va el pelo, ¿y dónde está Harry Truman? Está muerto en el suelo, está muerto en el suelo, está muerto-muerto-muerto-muerto”.  Todo ello cantado con dulzura maternal, por supuesto. Esto me recuerda otro detalle que hace que una serie de este tipo (episodios autoconclusivos, personajes que no envejecen, etc.) mejore considerablemente: el mimo que le ponen a los créditos finales, ya sea cambiando la animación más repetida (la familia cocinando y fregando platos) por otra relacionada con la historia del capítulo, o ampliando una canción que en el episodio sólo ha sonado unos segundos, lo cual se agradece, especialmente en el caso de Linda. Puede parecer una tontería, pero hace crecer esa sensación de que has disfrutado el capítulo desde su estupenda cabecera hasta el final. Tal vez no haya muchos momentos de carcajada, pero al menos en mi caso, tanto la sonrisa de buen rollo absoluto como la risa de unos cuantos puntos están en mi cara todo el rato.
En la primera temporada se ven buenos mimbres, pero es a partir de la segunda cuando esta sitcom empieza a ser más graciosa. Se nota en el papel de Gene, el niño, que al principio parece condenado a chistes de pedos con su inseparable megáfono y su teclado, pero luego nos regala grandes momentos. No en vano suele ser el protagonista del último capítulo de cada temporada (entre mis favoritos está “Beefsquatch”, que cierra la T2). 



Pero también se nota la mejoría en Tina y Louise, sus hermanas. Tina es la adolescente obsesionada con el despertar sexual, con su amado Jimmy Pesto Jr., además de las pelis y sueños eróticos zombis. Hace versiones erótico-festivas de series y películas, le da igual si es Sensación de Vivir, Barrio Sésamo o Ley y Orden.



Louise es la listilla impertinente de humor macabro. Siempre con su capucha de orejas de conejo rosas maquinando maldades con sus dos hermanos como principales cómplices, aunque más bien suelen ser las víctimas.
A medida que avanza la sitcom también mejora considerablemente el protagonismo y la gracia de la pléyade de secundarios. Prueba de ello son la locura de la hermana de Linda, la simpleza de Tedd (el pesado entrañable de la barra y gran amigo de Bob junto a Mort, el de la funeraria) o los gemelos Pesto, Ollie y Andy, que llevan el amor fraternal a otro maravilloso y absurdo nivel (su doblaje corre a cargo de Sarah Silverman y su hermana Laura). No me sorprendería que estos dos fueran los personajes favoritos de más de uno. Tampoco me quiero olvidar del excéntrico casero de parche en ojo,cuya voz dobla Kevin Kline en la original.



Y por supuesto, Bob. La paciencia de Bob, el cartón que se le ve a Bob. Las ideas de iluminado de Bob. El sentido común de Bob. Normalmente se suele adjudicar un papel especialmente cómico al papel de padre (Homer y Peter Griffin son, de largo, los que mejores momentos me regalaron) y aunque nuestro amigo del bigotón tiene grandes momentos, suele funcionar más como la pieza que ensambla esa locura de familia que como otro oveja descarriada más.
En definitiva, la Hamburguesería de Bob tiene todo lo que le pido a una serie de este tipo. Personajes graciosos y entrañables, el punto justo de provocación y de incorrección política, y un montón de risas. Así que qué más queréis, copón. ¡Larga vida a los Belcher!


Dónde: Fox
Cuándo: Piloto en 2010, 2011-
Cuánto: 5 temporadas


Tina conduce:

viernes, 10 de abril de 2015

La Hey - Cordura





La cosa fue así: tenía la casa para mí toda la semana y estaba concienciado para grabar las voces de unas cuantas canciones que tengo casi terminadas pero, ay, las letras son en inglés y cuesta más. Bueno, en realidad las letras también estaban casi hechas. Bien, pues de pronto surge grabar una canción que hice el año pasado y que ya toqué muchas veces en el local con mi compadre Jaime Toledano a las baquetas (sin su flow ni esas mañanas de ensayo disfrutón no habría quedado así ni de coña). Y la grabo. Le añado lo que le faltaba de letra al final de la canción y unos coros. Se me ocurre un arreglo de piano. Y toda ella queda bien. Qué cojones, queda muy bien. Así que empiezo a darle vueltas. Que le den por culo a las letras en inglés, voy a hacer una canción al día intentando seguir la línea marcada por esa primera canción. Y en español, claro.

Todo viene a colación de que al fin he encontrado un sistema para componer y grabar siendo menos perro y más productivo. Consiste sencillamente en terminar la canción el mismo día que la hago. Siempre hay flecos por rematar después, pero dejar grabadas las guitarras, la base de batería, el bajo y hasta la voz (incluyendo escribir la letra si no hay ninguna rescatable en el cuaderno infernal donde suelo escribirlas) suele ser la mejor manera de sentir que avanzo un poco. De otro modo, la canción se queda en el esqueleto y, aunque pinte más o menos bien, luego da mucha pereza retomarla. Puede que solo le falten dos o tres detalles que ya tengo pensados, pero puedo tardar meses en ejecutarlo. La inconstancia es mi pastor.

El orden también fue importante. Manteniendo la idea de que fueran más o menos rápidas y tratando de variar los tiempos, las fui haciendo en orden, según lo iban pidiendo: ahora más ruidaco, ahora quito eléctricas, aquí meto unos MIDI, aquí una más tranquila con arpegios, etc. Y así quedó la cosa. Iba puliendo del todo las primeras que iban saliendo, que es lo que más pereza da, mientras mantenía la frescura y las ganas componiendo otras nuevas. Qué sensación más gratificante es esa de tener tiempo y aprovecharlo, aunque sea por una puta vez en mi vida. Y cuando ya lo tenía todo más bien cerrado, se me coló una más a última hora. ¿Entonces ocho al final? Pues sí, ocho. Una coplilla diaria menos un día que hice dos, aunque eso sí, en ésas me dejé las guitarras eléctricas sin grabar. Al final la cosa quedó en ocho temas en diez días. No está mal para un flojo de medio pelo como yo. Mención de honor para la media botella de whisky, las Alhambra 1925, la repartidora del kebab y la fumabilidad de mis pulmones.

En fin, que muy contento, señora. Creo que suena todo menos tristón en general, no menciono gente del pasado que me hace sonar más lánguido todavía en las letras y eso me parece buena señal. ¡Hasta he sido capaz de cantar en tercera persona! Espero que alguien lo disfrute tanto como yo lo he hecho componiéndolo y dejándolo apañado para quedarme a gusto. En realidad esto es lo que se me da bien, si me da por meterme en camisas de once varas más poperas, melódicas o experimentales es más por ponerme a prueba y tratar de sonar diferente que por otra cosa. La cabra tira al monte: es mi monte y me lo follo cuando quiero.

Y como el monte es mío, voy a desglosarlo porque me apetece mencionar mis influencias, algunas intencionadas y otras no tanto. Que quede muy claro que toda comparación es odiosa y que va en tono de respeto y admiración a todos y cada de los que menciono, por si parece que me pongo a su altura o algo parecido. Es solo una forma de reconocer a todos esos grupos nacionales que no sé si se reivindican tanto como se debería, aparte de una paja mental importante. Si prefieres saltártelo tampoco pasa nada, te dejo este video aquí como remate y ya está. De nada. 

"Cordura", además de la instigadora de todo esto, pretendía ser una especie de guiño al primer Chinarro (el uso de la acústica, la melodía de la voz) del que no soy especialmente fan, pero sé que un día me gustará tanto como el Chinarro de después. En un principio iba a ser en plan shoegaze y al final pues... no, de shoegaze no tiene nada. "Insomnio extremo" tienen un riff que me recuerda a "Do the evolution" de Pearl Jam, salvando las distancias, obviamente. La letra está inspirada en las canciones de Fernando Alfaro en tercera persona, como "El ruido de la calle", de la que soy muy fan, solo que la mía es en tono absurder. "Humor atípico" tiene un estribillo que me gusta y eso sí que es una novedad. También me recuerda a una parte ("ver y callar / ver y aguantar...") del "Solo" de Patrullero Mancuso.

"Verano danés" es un guiño a todas las vacaciones que he pasado en Galicia, con más cariño de lo que parece. "Caramoái" suena como si hubiera seguido tocando con mi banda de toda la vida, solo que sin mi banda de toda la vida. La letra son palabros mexicanos que me hacen gracia, me ha ayudado a recopilarlos Angie Vargas, mi hermanita mexicana. Reivindicando los insultos en general y los añejos en particular, con mucho cariño. A veces me venía a la mente "La venda negra" de Nueva Vulcano y otras veces un riff de Robe Iniesta, no te digo ná y te lo digo tó."La Calera" es la poperísima del lote, la planetera, con una melodía que suena a plagio de algo que si alguien me dice qué es, se lo agradecería. También tenía en la cabeza esa preciosidad que es "Electrolite". Lo de quemar la catedral y demás es mi parte favorita, me gusta el contraste de una melodía bonita con una letra medio tristona, medio hijoputesca, y también me gusta como queda la mención de honor a Mamá Ladilla. Qué le voy a hacer si 'unir' Los Planetas con Mamá Ladilla me pone palote, señora. Los arreglos también me recuerdan a El niño gusano de "El escarabajo más grande del mundo". "Rendirnos" en realidad era un descarte, pero surgió una guitarra a lo Lemonheads y salió hacia delante. No daba un duro por ella y al final creo que quedó bastante resultona. La letra es casi (¡casi!) optimista.

"Castigando" surgió ya cuando había cerrado el lote con esas siete anteriores. Mientras mi colega Javi me ayudaba a instalar el Acid Vegas (¡gracias, compadre no esquimal!) para poder editar mejor los videos de las canciones y hacerlos más decentes, saqué unos acordes que me parecieron curiosos. Luego surgió la melodía de la voz, que tardé bastante rato en identificar de dónde la había sacado subconscientemente (o como se diga). Resultó tener un aire bastante cantoso a "El estanco de Paula" de Malcolm Scarpa, una sencilla y magnífica coplilla de esas que te vienen a la cabeza cada cierto tiempo sin saber muy bien por qué, ya que es prácticamente la única suya que conozco. Cuando la grabé, me salió un rasgueo entrecortado tipo "Pitufa" de Sobrinus, aunque al final quedó un poco enterrado entre lo demás y tampoco quería darle un toque funky o algo parecido porque no venía a cuento. La sombra del gran Josele Santiago y de Los Enemigos también andaba por ahí. Y en esta quizá no tanto, pero en otras planea la sombra de David Rodríguez y Los Beef. Josele y él me parecen dos referentes que tenía que mencionar sí o sí. De los primeros disfruté en su día tocando "Septiembre" y de los segundos versionábamos "Highlights" y "Yo soy el cantante". Y si están ahí de toda la vida pues habrá que decirlo.

Muchas veces improviso sobre la marcha con el botón de REC encendido y a veces me llevo sorpresas muy gratas. Puede que mi parte favorita de todo este "Cordura" sea el final de "Castigando", tal vez porque surgió de manera muy espontánea y fue creciendo poco a poco sin que me diera cuenta. Aunque me costó montar la batería para que no se notara demasiado que son solo loops al fin y al cabo, me pareció un gran subidón. La letra habla del ya manoseado concepto de Andy Warhol sobre los quince minutos de fama, pero llevaba mucho queriendo meter paparazzi en una canción. Pa-pa-ra-zzi. Qué bien suena, copón.

Y hasta aquí el monte, el orégano lo dejamos para otro día.